dijous, 17 de setembre del 2015

"El pacto Neverlove" de Ana Meliá (I)


La Nature est un temple où de vivants piliers
Laissent parfois sortir de confuses paroles;
L'homme y passe à travers des forêts de symboles
Qui l'observent avec des regards familiers.

Charles Baudelaire



Es un debate recurrente entre el profesorado de secundaria qué lecturas deben realizar los alumnos y alumnas en las asignaturas de lenguas, si estas lecturas han de ser obligatorias o no, si el contenido de las mismas ha de identificarse con las vivencias e intereses propios de la edad o hay que acudir a los clásicos para abarcar otros mundos que les hagan salir de la inmediatez de lo cotidiano, si realismo o literatura fantástica o de aventuras… No parece tener una salida clara este debate y el acuerdo parece imposible. Supongo que esto es debido al recorrido personal de cada cual en el acercamiento a la lectura. Los que nos formamos como lectores  con Salgari, Verne, Blyton, Martín Vigil, Luca de Tena, etc. y saltamos a don Juan Manuel, Lope o Cortázar en el bachillerato estamos muy lejos de los compañeros y compañeras más jóvenes que han tenido otras inquietudes y experiencias como lectores. En ese corte generacional ha surgido un nuevo género (sobre todo narrativo) llamado “literatura juvenil”… que también es objeto de debate obsesivo cuyas aristas no es necesario explicitar. Baste decir que, al menos, parece haber un acuerdo básico: las lecturas de ese periodo vagaroso, cambiante e indefinido que llamamos adolescencia deben tener un carácter, digamos, propedéutico. Deben preparar al jovenzuelo o jovenzuela para lecturas más profundas y enriquecedoras, contribuir a crear “competencia lectora”. Si para la consecución de este fin lo adecuado es Jordi Serra i Fabra o el anónimo autor de El lazarillo constituye el meollo del debate, pero, como he dicho antes esa discusión no tiene visos de acabar.
Así las cosas, creo que el “ser social” (el amplísimo y también “líquido” conjunto de clases medias y trabajadoras) de los adolescentes que habitan nuestros institutos de Dios o del demonio condiciona, y mucho, la oferta literaria que se les viene encima o que ellos mismos “exigen”.  Me parece que los chavales tienen cierta ansia de “verdad”. Al menos ese fue el argumento irrefutable que me espetaron en cierta ocasión mis alumnos cuando les obligué a leer a Cortázar: “eso no es verdad”. Y, paradójicamente (o no tanto) un prurito desbocado de “magia”. Es el signo de contradicción de la postmodernidad, que hocica en el cientificismo y en el “reencantamiento” del mundo. Entre estos dos extremos se sitúa la narrativa juvenil que, o elije la “verdad”, los aspectos más truculentos de lo verdadero (y ahí tenemos anorexias, bulimias, drogas, malos tratos, accidentes automovilísticos, racismo, violencia, abandonos, etc.) o se abduce a mundos de nombres impronunciables con su recua de troles, elfos, pócimas, poderes, bisutería armamentística y toda la mandanga.
Difícilmente estos extremos pueden cumplir esa requisitoria original de ir “más allá” en la lectura. Es más razonable pensar que frente a la “verdad”, la literatura debe ofrecer a nuestros jóvenes lo “verosímil” y que en vez de “magia” debe acostumbrarles a la posibilidad de lo “maravilloso” intramundo. Para que nuestros jóvenes lleguen a los clásicos deben leer literatura clásica. Clásica en el rigor y corrección formal, en la verosimilitud de los argumentos, en la apertura a nuevas aventuras literarias desde el anclaje en cierto realismo al que no debemos renunciar.
Esta es, a mi juicio, la propuesta de Ana Meliá en su primera novela La vida secreta de Andrea y en la que ahora nos ocupa, El pacto Neverlove, relato de iniciación, de búsqueda de sentido, de reconocimiento de lo maravilloso en lo cotidiano encauzado en la literatura como signo de lo real.  
(Continuará)

1 comentari:

Anònim ha dit...

Solo añadir una frase de Arthur C. Clarke (2001, Una Odisea Espacial): "Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia". La oposición tecnología="verdad" con magia="no verdad" nos rodea por todas partes y nos lleva a dudar de la realidad (o de la ficción).

Aprovecho para recomendarte el libro "Ciencia Ficción. Nueva Guía de Lectura." de Miquel Barceló en Ediciones B.

Saludos de José Ramón.