divendres, 5 de juny del 2015

Neoizquierda postmoderna y populismo (I)


Entonces Judas Iscariote,dijo:
 –¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios,
para ayudar a los pobres?
Juan 12.4-5


       
        Estamos en un momento de intenso debate en las redes sociales a raíz de los resultados de las recientes votaciones a bailías y taifas. Eso está bien. Pero el formato tan limitado del ágora virtual da origen a malentendidos y disparates. Sobre todo cuando se trata de matizar, de no repetir a bulto (y a gritos) la opinión cortada a pico. Si esto ocurre, enseguida surge la pregunta aunque no se formule explícitamente: “¿Tú con quién estás?”. Eso cuando no te lanzan directamente al saco de los malditos: “¡Tú lo que pasa es que serás del PP!”. Aclaro que en los ámbitos debatidores en los que me muevo el “saco de los malditos” es el PP, sin grado ni escala ni posibilidad de objeción alguna. Y hay que aclarar también que la base del “tú con quien estás” no es necesariamente política sino moral. De hecho el origen de estas letras está en algo para mí sorprendente: “Tú con quién estas” significa “¿estás con los buenos o con los malos”. No exagero, pues la causa de este artículo, repito, es una discusión en el muro de facebook del profesor Gil Manuel Hernández en el que se tachaba a algunos dirigentes del PP de “personas malvadas”. No se trata de que ideológicamente discrepemos de su pensamiento, no se trata de que su práctica política nos parezca errónea o negativa para la nación en su conjunto o las clases populares (hablar de la clase obrera ya ni se lo plantea uno), no se trata tampoco de que estén equivocados… es que son “malvados”. Como dice otro amigo de facebook “aparte de chorizos y derechistas es que son malas personas”. Ojo, “malvado” es algo más hondo que “corrupto” o “delincuente”, calificativos que pueden aplicarse transitoriamente a una persona (incluso en esos ambientes debatidores a los que aludía antes aparecen grandes defensas morales de personas que son legalmente delincuentes, pero esa es otra): si uno es malvado lo es ontológicamente. El ser de las personas malvadas consiste en la maldad y son malvados desde siempre y para siempre. Como decía mi padre (qepd): “ése es malo porque su madre lo parió malo”.
          ¿Por qué son malvados los del PP? ¿Por qué el PP es la maldad organizada como estructura política? (¿una “estructura de pecado” como diría san Juan Pablo II?). Consideremos que las personas que intervienen en el debate en el muro del profesor Hernández son intelectuales, universitarios, “intelligentsia”, si la palabra todavía es lícita, pero vayamos a otra zona cultural, a otros muros (y lo de muro va sin segunda intención):
          “-Yo la cogi en el parque para q me ayudara ya q tengo 3 ijos y no cobramos nada y mi casero va vender el piso y sus palabras fueron q eya no puede acer nada y entonces le dije q funcion tenia ella en el ayuntamiento calentar la silla y yenarse el bolsillo.
           -Y se quedo tan ancha no????
           -Si iba con otros dos bua no me mordi la lengua le ubiera dixo mas. Pero por respeto a mi mujer. Me caye
           -Pues le tenias que aver dicho que para eso le pagamos nosotros”
            La conversación que transcribo literalmente (he eliminado nombres propios) aparece en un grupo de facebook de carácter local. El pronombre personal “eya” refiere a una alcaldesa del PP a la que lo más bonito que le dicen (algunos) en el grupo es “falsa”. De ahí para arriba. Se trata, sin duda de una persona también “malvada”. Vuelvo a la pregunta. ¿Por qué malvada? No creo hacer una interpretación abusiva si considero que para los intervinientes en el diálogo, la alcaldesa es “mala” porque no se ocupa personalmente de resolver MI problemática privada. Porque YO entiendo que la institución política (en este caso el ayuntamiento) no es sino el instrumento para que el “bueno” resuelva MIS problemas y si no lo hace, si no me ayuda, es porque es “malo”. “Para eso le pagamos” (sic).
        Esta elucubración teórico-moral (por llamarla de alguna manera) es, a mi juicio, claramente lumpen y confunde política social con asistencia social, incluso con “caridad”. Supone un pensamiento desclasado, individualista, que concibe las relaciones sociopolíticas como un reparto (reparto de dinero, dicho sea claramente) desde el poderoso con recursos (y “bueno”) hacia el receptor privado. La misma moral tiene el corrupto que se lucra con lo público que aquél que piensa que lo público (“le pagamos nosotros”) está para beneficiarle de manera individual.
         Bien, pero difícilmente puede decirse que la intelectualidad de izquierdas, hablando de “maldad”, tenga en mente el mismo concepto que el pensamiento lumpen suburbano… (¡y qué amplio es ese pensamiento!) Pues no sé yo…
       Digo que no lo sé porque desde hace bastante tiempo la izquierda realmente existente muestra una versión, digamos “oenegista” de ese pensamiento asistencial-individualista. Ayudar a “la gente”, resolver los problemas de “la gente” se ha convertido en el eslogan más sonoro de la izquierda: “Izquierda Unida está en el Gobierno andaluz para resolver los problemas de la gente” declaró Cayo Lara, coordinador general de IU cuando el realojo directo de varias familias desahuciadas en Sevilla. No sé qué tipo de teorización soportará este principio subsidiario de la praxis de la izquierda, pero me parece claro que ha habido una deriva desde el partido obrero que busca asumir el poder del estado (de manera reformista o revolucionaria) desde y para el proletariado, hasta el conglomerado político que busca estar en el gobierno para, desde allí… ejercer la “bondad” sobre la gente necesitada. Ciertamente la derecha podría decir lo mismo con las mismas palabras aunque el significado de “gente” varíe. Es igual, sea como sea, considerar la “gente” como sujeto político o como objeto pasivo del ejercicio del bien es algo antisocialista, niega la idea de clase y concibe la sociedad como un agregado de individuos atomizados, como un rebaño. Se trata de la cara (o la cruz) de la otra concepción aberrante de la izquierda de nuestros pecados: el pueblo. La clase trabajadora ni es el pueblo indiferenciado, eterno y ahistórico de la izquierda nacionalista que se alimenta del mito pequeñoburgués (¡y qué cantidad de tenderos salía en la propanganda electoral de todos los partidos, Señor mío!), ni es la gente, ese conjunto de individuos que persigue su beneficio privado, de la sociología y la economía burguesa. La izquierda mira este valle de lágrimas; ve pueblo y gente, gimiendo y llorando y, movida a la piedad, decide que “hay que resolver los problemas de la gente”.
           “Todo ese discurso no es sino palabrería, excusa y retórica alambicada del que no sufre necesidades, teoricismo desfasado (puede añadirse “rancio” y “casposo”) que queda en nada ante la emergencia social, ante el aumento de la pobreza, las desigualdades y la exclusión. Porque ante esta realidad hay que dejarse de discursos y actuar ya. Cualquier otra cosa es defensa, connivencia, incluso complicidad con las medidas antisociales del gobierno del PP.” Y punto.
            El entrecomillado es un decantado de varias respuestas indignadas que he encontrado aquí y allá en varios muros de amigos de facebook. Lo llamativo es que esas respuestas aducen la emergencia social como argumento para reducir al silencio al oponente dialéctico, cuando lo honesto intelectualmente sería explicitar el fundamento teórico que sustenta la propuesta de praxis política asistencialista.         Fundamento teórico que podemos inferir aproximadamente y que tendría los siguientes rasgos:      
            En primer lugar (obviamente), una defensa de la actuación bondadosa inmediata sin necesidad de sustento teórico subyacente: yo estoy a pie de calle ayudando a la gente que lo necesita y tú sales  con rollos teóricos cuando “hay muchos niños afectados por la pobreza de sus padres y eso no es justo, todo lo demás es palabrería” (el entrecomillado procede… etc., etc.)
            Por otra parte la práctica sin teoría, implícitamente, niega el análisis de clase y de facto divide a la sociedad en dos polos: el gobierno y la gente. Una vez pregunté a mis alumnos en cuántas clases dividirían la sociedad española y uno de ellos contestó que “el rey y todos los demás”. En la versión izquierdista hay el gobierno malo que roba a la gente pobre para enriquecer más a la gente rica y el gobierno bueno que soluciona los problemas de la gente sufriente.
            El estilo argumentativo de “reducción al silencio” no sólo es cosa de los debates entre el común, es el estilo vociferante adoptado en la izquierda realmente existente y alabado con frases muy expresivas como “¡Con dos cojones!”, “¡Con dos ovarios!” “¡Así se enterarán!”. Y cosas así. El líder político de nuestra izquierda es aquel o aquella que “le canta las cuarenta al lucero del alba”, que “dice las verdades del barquero”, “verdades como puños”, “La única que les dice las cositas claras” (este último entrecomillado procede de facebook). En fin, un estilo parecido al de aquél que le decía (¡con dos cojones!) a la alcaldesa que estaba en el ayuntamiento para “calentar la silla y yenarse el bolsillo.”
            El líder es fundamental para esta nueva concepción de la izquierda. Siempre lo fue en realidad, de tal manera que podríamos hablar de una especie de “neoculto a la personalidad”, incluso, con algo de hipérbole, de “síndrome Pasionaria”. Mónica Oltra es “una política providencial”, tal cual lo he leído en el muro de facebook de un amigo. Y de Carmena y Colau lo mismo o más. La defensa del líder también está relacionada con el discurso vociferante y la reducción al silencio. Recuerdo una reunión del Comité Nacional del PCPV… o algo homologable de EUPV, en la que un servidor fue interrumpido por una compañera (o camarada), importante en el movimiento vecinal de Valencia, al grito de (más o menos) “¡déjate de tanta cháchara! ¡a ti lo que te pasa es que no puedes ver a Joan Ribó!”
            El gobierno es el líder y la relación con él o ella es algo personal, porque es la voluntad del líder la que ejerce la bondad sobre la gente: “Esta mañana me reunido con […] y por lo menos me a concedido media hora de su tiempo escuchando mía quejas....la señora alcaldesa llevo años detrás y o no se atreve a lo que le va a decir un ciudadano que lleva desde 2008 apuntado en la bolsa de empleo si haver recibido ni una llamada para saber si aun sigo vivo...o esque soy demasiado feo o Huelo mal y no a chanel n5....”
          Otro ejemplo de facebook.
       Y, por último, un rasgo que a mi juicio es determinante y absolutamente rechazable de la neoizquierda populista: el desprecio de la legalidad. La relación personal del líder izquierdista y la gente consiste en el ejercicio del bien por la (buena) voluntad de aquél: en la Comunidad Valenicana, Antonio Montiel propone usar el dinero del aperitivo de apertura de las Cortes para dar de comer a los niños pobres, Mónica Oltra condiciona el pacto de la izquierda a la dotación de12.000 rentas para pobres y comedores en verano”. Medidas que están muy bien… pero que, si así se estima, no tienen como límite y marco la legalidad: el ejercicio del bien (ni siquiera la búsqueda de la justicia) está por encima de la ley y, así, oímos decir al secretario general del PCE, José Luis Centella (cito de memoria) que si la Constitución no sirve para solucionar los problemas de la gente, la que no sirve es la Constitución; o a Ada Colau declarar que “si hay que desobedecer leyes que nos parezcan injustas, se desobedecen”; o a Susana Díaz amenazar con la paralización de los servicio sociales si no se desbloquea su investidura, como si dichos servicios (y en el imaginario colectivo de mucha “gente” así es) dependieran de su persona. Hay que destacar que esta actitud de “desobediencia” no es un planteamiento de negación absoluta del orden jurídico burgués o una llamada a la lucha armada, sino que consiste en un uso instrumental, ocasional, de la legalidad y la desobediencia “según nos parezca” (el plural parece mayestático) para hacer el bien.

          Hasta aquí, el “diagnóstico” (en la segunda parte la “prescripción”), estrictamente personal, (no he leído a Laclau todavía) de las características  de la izquierda postmoderna y populista realmente existente… dejando de lado el otro extremo, pues frente a lo urgente, lo que hay que hacer ya, ahora y dejarse de palabrería, está la constelación de “causas” (identitarias, sectoriales, grupusculares…) de todo tipo a la que la izquierda se entrega generosa en su deseo de bondad. En medio está el proletariado. Pasmado.