Educación para la ciudadanía

Passe moltíssim de parlar de la prohibició de les corregudes de bous a Catalunya (prou que en parlen a la ràdio), però estic veent als blocs d'alguns amics reflexions i enllaços a articles que tracten de l'intervencionisme governamental (que no estatal) en àmbits no massa "tradicionals" d'intervenció legislativa i/o funcionarial. S'ha dit (per exemple) que l'última ocurrència bibiano-zapatina de prohibir els anuncis prostibularis als diaris és quelcom de "totalitari". Una mica exagerat; però la cosa es veia vindre des que, des del Govern d'Espanya, s'inventaren una campanya televisiva exhortant-nos a vigilar que els nostres fills no clavaren els dits als endolls o que feren un bon desdejuni. En fi... L'intervencionisme post-socialista té aspectes risibles però també en té de preocupants. De molt preocupants... Com l'assumpte que tracta l'article que deixe ací baix. Va ser publicat en un periòdic veïnal del barri on visc i té ja uns anyets (de fet algunes referències estan molt desfasades.) El deixe en castellà, tal com va ser publicat.

Educación para la ciudadanía

Cuando imaginaban la sociedad comunista, los fundadores del socialismo científico especulaban sobre los cambios que ésta introduciría en nuestro concepto de familia. Cambios que, de manera perversa, el capitalismo ya había iniciado: recordemos las sombrías reflexiones de Marx y Engels sobre la descomposición de la familia proletaria. Fundamentalmente la revolución afectaría al matrimonio y a la educación de los hijos. Según Alexandra Kollontai “el hombre nuevo, será moldeado por las organizaciones socialistas, jardines infantiles, residencias, guarderías etc., en las que el niño pasará la mayor parte del día y en las que educadores inteligentes le convertirán en un comunista consciente de la magnitud de esta inviolable divisa: solidaridad, camaradería, ayuda mutua y devoción a la vida colectiva.”

Mucho más modestos, nuestros socialistas hodiernos se plantean, poniendo el carro delante del caballo, reproducir las condiciones del comunismo sin tocar el capitalismo. Explicación: ya que no podemos (ni queremos) superar la sociedad de libre mercado, y dado que el socialismo supondría la destrucción de la familia tal como la conocemos... destruyamos al menos la familia y así quedamos bien con todo el mundo. En la economía no intervendremos, vive Dios, pero en todo lo demás no veas... Por lo pronto y después de los divorcios exprés, el matrimonio para todos y la identidad de género generalizada, ahora vamos a quitar a los padres el derecho a educar moralmente a sus hijos y vamos a transferir esa función a “educadores inteligentes.”

He de decir que como educador dudo deontológicamente de mi inteligencia (y si dudo de mí, mira tú de los demás), pero como padre, con dudas o sin ellas, no puedo hacer dejación de mi obligación (y mi derecho) de educar a mi hijo en el seno de la familia, como en mi familia se decida. Sin embargo, los fabricantes de libros de texto y sus agentes gubernamentales han determinado que, obligatoriamente, nuestros hijos han de ser adoctrinados en las especulaciones de la Cátedra de Laicidad (cátedra de la Universidad Carlos III de Madrid, con su catedrático y todo) a través de la asignatura de “Educación para la ciudadanía.” No entro ni salgo en el contenido curricular de este engendrito (bienintencionado, cursi y fláccido), sino en el hecho mismo de vender (aunque no quieras comprar) ideología como si fuera ciencia: por ejemplo la ideología de género, en la que no se ponen de acuerdo ni siquiera la diáspora feminista.

Varias asociaciones de padres proponen la objeción de conciencia ante esta asignatura. En casa estamos estudiando la idea. Es cuestión de mirarlo, pues como decía un amigo “muchos padres quieren que sus hijos sean personas y no frikis de feria.”