dijous, 18 de febrer del 2010

La mentira ens farà lliures



Fa uns dies l'amic blogaire Enric Senabre em va retraure (no sense raó) certa quimera personal envers els companys del moviments de renovació pedagógica i/o agrupacions semblants de cors i danses com ara la Federació Escola Valenciana. ¿Com pot ser d'altra manera si persones d'aquest tarannà político-ideològic són capaces de mantindre (implícitament, si més no) un criteri pragmàtic de veritat semblant a "és veritat allò que convé al partit"? (Pose "partit" en minúscula perquè el "Partit" és el "Partit".) Mireu si no el comentari que fa la compaya Carme Miquel (Levante-EMV de 16-2-2010) de l'homilia de diumenge passat del cardenal Rouco Varela que al pobre li xiularan les orelles de tant que parlen d'ell. Crec que seria molt correcte i ajustat a la veritat qualificar aquest article de demagògic, manipulador, falsari, hipòcrita, fariseu, i absolutament mentider... espereu un momet... no, no me venen al cap més adjetius.


Pose ací baix els dos textos en qüestió per a que jutgeu si tinc raó o no. He remarcat en negreta els passatges de l'article de Miquel que em semblen particularment descervellats, demencials, ofuscats, al.lucinats... mira, més adjetius.




La conversión cuaresmal en un tiempo de crisis

Mis queridos hermanos y amigos:

Se acerca una nueva Cuaresma, tiempo inmediato de preparación para una nueva celebración del Misterio de la Pascua de Cristo, siempre presente y actuante en la vida de la Iglesia y, a través de ella, en la sociedad y en la vida de cada hombre que viene a este mundo. Se nos acerca la Cuaresma en un tiempo de crisis. Crisis económica, persistente y grave como pocas veces en el más próximo y alejado pasado. Los especialistas nos remiten a la crisis financiera del año 1929. Crisis de nuestra economía con unas consecuencias dolororísimas para muchas personas y familias. Se pierde el trabajo; se teme perderlo; se teme al futuro: ¿quién y cómo se garantizarán las prestaciones para el desempleo, la jubilación, la vejez, la enfermedad…? La inquietud es grande. La dura realidad de lo que se experimenta cada día en la vida personal, familiar y social avala, cuando no impone, esa impresión de incertidumbre y tensa preocupación que se advierte en los ambientes más populares y en la opinión pública.

¿Qué nos ha fallado? ¿En qué hemos fallado todos? Es indudable que se pueden señalar con acierto causas de orden técnico: de ciencia y praxis económica, sociológica, política y jurídica. Esas causas, sin embargo, no lo explican todo. Las más decisivas hay que buscarlas en el ámbito de las conciencias y en el uso de la libertad. Son de naturaleza ético-moral y espiritual y tienen que ver con el ejercicio auténtico, veraz e insobornable de la responsabilidad personal y colectiva. En el fondo, no se quiere aceptar una concepción y una consiguiente realización del hombre y de su vida en conformidad con las exigencias más profundas de su ser y de su destino, en el tiempo y más allá de él. Benedicto XVI, en su reciente y luminosa Encíclica “Caritas in Veritate” del 29 de junio del pasado año, caracterizaba la forma de plantearse hoy, en medio de la crisis global de la economía, lo que podríamos llamar la cuestión social contemporánea, como una crisis o cuestión antropológica: “la cuestión social se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica”, dice el Papa (C.V. 75). Es más, advierte que “se necesitan unos ojos nuevos y un corazón nuevo, que superen la visión materialista de los acontecimientos humanos y que vislumbren en el desarrollo ese “algo más” que la técnica no puede ofrecer” (C.V. 77).

Reconocer esa naturaleza moral y espiritual de las causas últimas de la situación actual de la sociedad -¡de nuestra sociedad!-, profundamente herida por las secuelas de la crisis financiera y económica, urge y exige conversión: conversión personal y conversión social y cultural; de algún modo, conversión política y jurídica. Conversión de las conciencias a la justicia y a la caridad. Hay que estar dispuestos, en la vida privada y en la pública, a volver no sólo a “dar cada uno lo suyo” -lo que le pertenece en términos de puro cálculo de intereses-, incluso a distribuir cargas y beneficios con una cierta y ponderada objetividad y a promover justicia social y solidaria -todo ello, imprescindible para asegurar un mínimum de moralidad en las relaciones económicas, sociales y políticas- sino que, además, hay que abrirse a una actitud guiada e impulsada por una virtud cualitativamente superior: la de la caridad, es decir, la del servicio al prójimo por amor, asumiendo sacrificios y renuncias en aras del bien común. Hay que buscar, en definitiva, aquel bien -y/o aquellos bienes- que no se pueden garantizar por ley: la justicia y la bondad de corazón, la rectitud de conciencia, la superación de los egoísmos personales y colectivos. Hay que dar a Dios lo que es de Dios para poder dar al hombre lo que se le debe: los bienes materiales que le pertenecen por justicia -¡por supuesto!-; pero, sobre todo, el amor, sin el cual a la postre tampoco se es capaz interiormente de guardar y cumplir imparcialmente las exigencias de la justicia.

La Liturgia del Miércoles de Ceniza nos lo recuerda con el elocuente simbolismo de la imposición de la ceniza: “Acuérdate de que eres polvo y en polvo te has de convertir”. El significado primero de la fórmula litúrgica es inequívoco. La muerte física espera al hombre al final de su vida terrena. En el trasfondo de ese recuerdo inexorable del tener que morir físicamente, se encuentra la realidad de nuestro quebradizo mundo interior, de esa dificultad, arraigada en nuestra naturaleza más íntima, vulnerada por las consecuencias del pecado original, para remontar moral y espiritualmente la tentación del egoísmo, de la soberbia autosuficiente, del Yo encerrado en sí mismo: en su conveniencia y placeres, en sus afanes de poder y en la soberbia de la vida. Por ello, en la misma liturgia de “la ceniza” aparece una segunda fórmula expresada en forma de exhortación: “convertíos y creed en el Evangelio”. Para salir del abismo de esa muerte del alma, que tanto condiciona la posibilidad de la victoria definitiva sobre la muerte del cuerpo, es necesario, como enseña Benedicto XVI en el Mensaje para la Cuaresma de este año, “un éxodo más profundo que el que Dios obró con Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí sola, no tiene el poder de realizar”.

¿Con quién y cómo se puede alcanzar esa justicia que ha de ser más que la justicia “a lo humano”? ¿qué sólo puede venir de Dios? La respuesta de la fe nos la actualiza la Iglesia siempre que inicia un nuevo itinerario cuaresmal de oración, de penitencia y caridad preparándose para la celebración fructuosa de la Pascua del Señor: con Cristo y por su justicia, que es “la justicia que viene de la gracia”. La gracia que se alcanza por la oblación de su Carne y de su Sangre en la Cruz y que brota de su Divino Corazón como de un manantial inextinguible de amor infinitamente misericordioso. Creer en el Evangelio -¡la exhortación apremiante del Miércoles de Ceniza!- equivale a convertirse a Cristo, a abrazarse a su Cruz, a vivir esa maravillosa y desbordante justicia de Cristo Crucificado en todos los ámbitos de la propia existencia: ¡rendirse a su amor y no rebelarse contra Él!

Este es el camino espiritual de la Cuaresma, el que hemos de recorrer siempre de nuevo los hijos e hijas de la Iglesia, sobria y humildemente, no para que nos vean los hombres sino para que nos vea el Padre que está en los cielos. En esta Cuaresma dolorida por los sufrimientos y carencias causadas por la crisis social y económica en tantas personas y familias conocidas y desconocidas -pero todas, queridas- la habitual invitación a la conversión adquiere una evidente y urgente gravedad: ¡no hay tiempo que perder en la vuelta a la Ley y a la Gracia de Dios que se nos hace próxima, accesible y amable en Jesucristo Crucificado y Resucitado, el Salvador y Redentor del hombre, en su Palabra y en sus Sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía! Vuelta, a la que se llega pronto por la vía de la oración sincera y suplicante y del dolor del corazón convertido que se abre a la esperanza. Una Cuaresma, la de este año 2010, inmersa en la preparación de la J.M.J. 2011 y en la pastoral de la familia, que deberíamos vivir juntos todos los miembros de la Iglesia diocesana como Familia de Dios, como hijos suyos, empeñados en superar ese humanismo materialista, tan de moda, que, por excluir a Dios, condena al fracaso todo intento, por muy bien intencionado que se le suponga, de salir de la encrucijada crítica en la que están inmersas las personas y la sociedad en el momento presente. Un humanismo, que por ser inhumano, como enseña Benedicto XVI, no es capaz de liberar de los lazos del egocentrismo a la persona humana. Sólo “el amor de Dios nos invita a salir de lo que es limitado y no definitivo, nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos” (C.V. 78).

A María Santísima, Madre del Señor y Madre nuestra, Virgen de La Almudena, dirigimos confiados nuestra mirada interior y las súplicas del corazón, para poder emprender, el próximo Miércoles de Ceniza, el nuevo camino cuaresmal con la conciencia eclesial y social, despierta, tal como nos lo reclaman “los signos de los tiempos”.

Con todo afecto y mi bendición,

+ Antonio Mª Rouco Varela

Cardenal-Arzobispo de Madrid






La crisi i l'església
Carme Miquel
(LEVANTE-EMV) 16-2-2010

Que la crisi econòmica obliga a plantejar-se altres maneres d'enfocar l'economia mundial i les economies estatals i locals, és una evidència que ningú no discuteix, El que sí que és discutible són les mesures i els plantejaments concrets que hom pot aplicar-hi. Doncs bé. Des que es va iniciar tot l'enrenou de la crisi, el PP no ha fet cap plantejament econòmic dirigit a la solució del problema. Només desqualificacions totals. I empentar a vore si fa caure el govern i Rajoy esdevé president. Val a dir que en eixe camí té un gran aliat: l'església catòlica i en el seu nom el cardenal Rouco Varela que diumenge passat ens va obsequiar amb una pastoral que podia haver signat la mateixa senyora de Cospedal.
Aqueixa intromissió de l'església en els afers terrenals, és tan inadmissible que mereix el refús més gran per part de creients i de no creients. Perquè el cardenal no ha exhortat a treballar per la solució a la crisi, la qual cosa tindria trellat, ni ha oferit projectes per ajudar els més desfavorits. S'ha limitat a repetir frases tremendistes ja dites pel PP i a atribuir la crisi a qüestions d'ètica i moral. Alhora que insinuava, però ben clarament, que cal un canvi de govern. És eixe partidisme vergonyós el que no se li pot consentir a l'església catòlica, eixa actitud desqualificadora per a uns i d'adhesió per a altres.
Entretant, mentre la crisi continua i el PP i l'església es limiten a pontificar i desacreditar, ara i ací van apareixent iniciatives socials que propugnen una altra economia. No són propostes partidistes, simplement demanen uns canvis en favor d'una major justícia social. I des de diferents col·lectius estan organitzant-se jornades, cursets, manifests, que propugnen la sobirania alimentària, el comerç just, la banca ètica, la substitució del capitalisme salvatge causant d'aquesta crisi, i alhora causant de la destrossa del medi ambient, per economies socials i per altres maneres de produir i de consumir. Per una economia ecològica que convertisca la crisi en oportunitats. Oportunitats per a un canvi de paràmetres, en els quals no ha de cabre el neoliberalisme salvatge i immoral, al qual està abonat el PP i, per adhesió, també el seu amic cardenal.

4 comentaris:

Enric Senabre ha dit...

Tu ets un cabró! M'has fet llegir l'homilia del Rouco! Vade retro, tu creus que aniré al cel?
Déu meu, això és filosofia pura, ja sabia jo que els teòlegs estudien filosofia, però tanta? I només la rància i idealista?
En fi, però anem per feina. L'homilia és magnífica, carregada de bones intencions, de bones paraules, com quasi sempre fa l'església catòlica. justament aquesta és una de les crítiques, que s'ompli la boca de bones intencions i després... convoca una manifestació contra la política del govern sobre la família (!).
No, si està clar que l'església sempre ha defensat la caritat, això ja ho sabem, només que d'altres preferim la justícia social (Rouco també utilitza el terme, però sempre associat a la caritat, no siga que algú crega que es refereix a alguna cosa més terrenal).
La concepció idealista-moral de la història i la societat també és una altra constant, i en aquest punt és on Carme Miquel troba afinitats amb el PP i la dreta. L'esquerra és més materialista en la concepció del progrés, la dreta sol utilitzar l'aparell ideològic per conformar. (La veritat és que amb aquest cardenal no entenc com es pot ser catòlic i d'esquerres, us admire, la veritat)
Per concluir, potser Carme Miquel no s'ha llegit l'homilia, però no seré jo qui li ho recrimine (jo mateix no se si seré capaç de superar aquest tràngol), tampoc la cita directament a l'article. Perquè el que ella critica és una trajectoria pública i unes maneres polítiques que apunten clarament a una connivencia entre la cúpula eclesiàstica d'aquest país i el partit de l'oposició.

Jesús Párraga ha dit...

Estic d'acord amb tu en una cosa: sóc un recabró (ji, ji) I en més coses, per exemple en la mostració d'una certa ambigüitat constitutiva en el discurs de l'Església, que, òbviament, no pot coincidir totalment amb una "ideologia" concreta. La qual cosa fa vulnerable desde totes les vessants el discurs catòlic (recorda que els crítics més ferotges de la última encíclica papal van ser els de Libertad Digital)
Ara bé, en allò que no estic d'acord és en el següent:
1.- "Potser Carme Miquel no s'ha llegit l'homilia[...] el que ella critica és una trajectoria pública."
A l'article es diu "el cardenal Rouco Varela que diumenge passat ens va obsequiar amb una pastoral que podia haver signat la mateixa senyora de Cospedal." És a dir, si és de veres, i sembla evident, que Miquel no s'ha llegit l'homilia fer-ne un comentari d'aquesta és prou deshonest políticament i intelectualmment. És presuposar (un vici mol estés) alló que n'hi ha a un text en comptes de llegir-lo.
2.- "L'esquerra és més materialista en la concepció del progrés, la dreta sol utilitzar l'aparell ideològic per conformar"
En aquest punt l'article de Miquel és extraordinàriament contradictori. Per un costat afirma que Rouco "S'ha limitat a [...]atribuir la crisi a qüestions d'ètica i moral" i per altre, al final de l'escrit es fa referència al "comerç just, la banca ètica" i es diu que és necessari "un canvi de paràmetres, en els quals no ha de cabre el neoliberalisme salvatge i immoral" En que quedem, en l'anàlisi materialista o en la crítica moral?
3.- Per acabar: no em canse de repetir que el principal defecte de l'esquerra (de certa esquerra discursivament hegemònica) és que està tant convençuda de tindre la "Raó" que ni tant sols es molesta en donar "raons" (en llegir, debatre i refutar) i es limita a repetir "ad nauseam" eslògans, tòpics, consignes... i pamplines.

(Recorda, Enric, que hui és divendres i estem en quaresma: dejuni i abstinència de carn, de la de menjar i de l'altra)

DE TOT UN POQUET ha dit...

No he pogut fins abui passar-me per ca Jesús (i no va amb segones, amic). És cert que el que diu Miquel i Rouco no té res a veure (vull dir que Carme Miquel escriu l'article i no ha llegit la carta pastoral). De tota manera, encara que podria subscriure el text de Rouco, no me'n vaig amb aquesta església del poder, del pp, de la dreta, me'n vaig amb l'Església d'Amèrica Llatina (no amb tota, és clar), amb l'Església del bisbe Casaldàliga, del monestir de Montserrat, etc. I no ho puc evitar... Cordialment, Àngel

Jesús Párraga ha dit...

Això està bé Àngel. Ara: recorda't que quan resem el "Credo" diem que l'Església "és UNA, santa, catòlica i apostòlica", si anem fent diferències entre esglésies bones i dolentes, al remat ens quedarem amb el retor del nostre poble (si vota al mateix partit i li agrada el dominó que si no, tampoc)
De totes maneres L'Església ha de ser criticada des de dins i des de fora però cal exigir, si més no, que qui critica AL MENYS LLEGISCA ALLÒ QUE ESTÀ CRITICANT.

Una abraçada, Àngel.