Los padres se
quejan de que los hijos se limitan a "ir y venir",
no
contribuyen en nada cuando trabajan (a menos que se les presione).
Mientras
que los hijos se gastan todos sus ingresos en equipos electrónicos,
fines de
semana en bares y discotecas, y lo que sobre para unas eventuales vacaciones.
Del Informe Petras
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Creo que es indudable el apego
instintivo de la clase trabajadora a la escuela, su ansia por apropiarse del
saber, pues bien, en la revista teórica del Partido Comunista de España podemos
leer, en 1977 que “la clase obrera suele
valorar la escuela con criterios sumamente instrumentales (la instrucción como
medio de promoción individual, para liberarse de la condición obrera) [...] No
es ajeno a ello el hecho de que la ideología imperante en la enseñanza ignora
por completo la cultura obrera, los hábitos y la vida de las masas
trabajadoras.” Hay aquí (aparte de una gilipollez teórica notable, por muy
Joaquim Sempere que lo escriba) una admonición moralista intolerable que encuentra
eco incluso en el capítulo correspondiente de la Historia de España de Tuñón de Lara y que desemboca (lo que ha sido
muchísimo más grave) en teorizaciones pedagógicas con implicaciones nefastas en
nuestro sistema educativo: “Se rechaza el habla porque se construyen mal las
frases o porque se usan palabras malsonantes o poco distinguidas o por una
entonación demasiado localista o socialmente desprestigiada. También son
rechazados ciertos usos sociales o mal gusto estético y todo aquello que se
inscribe en gustos plebeyos o poco distinguidos en el vestir, diversiones, etc.
También se rechaza todo eso que se entiende por improcedente, mal visto o
condenable, vulgar o pecaminoso [...] Y el éxito escolar depende de la
aceptación de conductas de tipo limpio, ordenado, obediente, bien presentado,
no contestón etc.; todo lo que se sitúa en la línea de la ideología dominante
en cuanto a comportamientos que se han llegado a capitalizar como cultura
aceptada, valiosa, superior.”
Es decir, mientras el proletariado exige conocimiento los teóricos de la
izquierda (¡Dios mío, sus teóricos!) le suministran identidad; y esa identidad, que no debe
ser desechada so pena de ser considerado un traidor a la “cultura obrera”,
consiste en “construir mal las frases”, “usas palabras malsonantes”, “tener mal
gusto”, “ser vulgar”... y fracasar en la escuela, mientras que ser limpio, ordenado, etc. es caer en la “ideología
dominante". Semejante sarta de estupideces (si eres un obrero tienes que ser un
puto guarro, hozar en tu propia ignorancia y hablar de puta pena) pertenece al pedagogo más valorado por la
izquierda española, Gonzalo Anaya, y han condicionado la práctica docente de
cientos de enseñantes, cuyo ideal pedagógico parece ser Belén Esteban o “el
Jonatan”, el hijo de Aida.
(Mañana más... o pasado mañana, que la constancia es un valor burgués de mierda)
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