La Nature est un temple où de vivants
piliers
Laissent parfois sortir de confuses
paroles;
L'homme y passe à travers des forêts de
symboles
Qui
l'observent avec des regards familiers.
Charles Baudelaire
Es un debate recurrente
entre el profesorado de secundaria qué lecturas deben realizar los alumnos y
alumnas en las asignaturas de lenguas, si estas lecturas han de ser
obligatorias o no, si el contenido de las mismas ha de identificarse con las
vivencias e intereses propios de la edad o hay que acudir a los clásicos para
abarcar otros mundos que les hagan salir de la inmediatez de lo cotidiano, si
realismo o literatura fantástica o de aventuras… No parece tener una salida clara
este debate y el acuerdo parece imposible. Supongo que esto es debido al
recorrido personal de cada cual en el acercamiento a la lectura. Los que nos formamos
como lectores con Salgari, Verne, Blyton,
Martín Vigil, Luca de Tena, etc. y saltamos a don Juan Manuel, Lope o Cortázar
en el bachillerato estamos muy lejos de los compañeros y compañeras más jóvenes
que han tenido otras inquietudes y experiencias como lectores. En ese corte
generacional ha surgido un nuevo género (sobre todo narrativo) llamado “literatura
juvenil”… que también es objeto de debate obsesivo cuyas aristas no es
necesario explicitar. Baste decir que, al menos, parece haber un acuerdo
básico: las lecturas de ese periodo vagaroso, cambiante e indefinido que
llamamos adolescencia deben tener un carácter, digamos, propedéutico. Deben
preparar al jovenzuelo o jovenzuela para lecturas más profundas y
enriquecedoras, contribuir a crear “competencia lectora”. Si para la
consecución de este fin lo adecuado es Jordi Serra i Fabra o el anónimo autor
de El lazarillo constituye el meollo del debate, pero, como he dicho
antes esa discusión no tiene visos de acabar.
Así las cosas, creo que
el “ser social” (el amplísimo y también “líquido” conjunto de clases medias y
trabajadoras) de los adolescentes que habitan nuestros institutos de Dios o del
demonio condiciona, y mucho, la oferta literaria que se les viene encima o que
ellos mismos “exigen”. Me parece que los
chavales tienen cierta ansia de “verdad”. Al menos ese fue el argumento irrefutable
que me espetaron en cierta ocasión mis alumnos cuando les obligué a leer a
Cortázar: “eso no es verdad”. Y, paradójicamente (o no tanto) un prurito desbocado
de “magia”. Es el signo de contradicción de la postmodernidad, que hocica en el
cientificismo y en el “reencantamiento” del mundo. Entre estos dos extremos se
sitúa la narrativa juvenil que, o elije la “verdad”, los aspectos más
truculentos de lo verdadero (y ahí tenemos anorexias, bulimias, drogas, malos
tratos, accidentes automovilísticos, racismo, violencia, abandonos, etc.) o se
abduce a mundos de nombres impronunciables con su recua de troles, elfos, pócimas,
poderes, bisutería armamentística y toda la mandanga.
Difícilmente estos
extremos pueden cumplir esa requisitoria original de ir “más allá” en la
lectura. Es más razonable pensar que frente a la “verdad”, la literatura debe
ofrecer a nuestros jóvenes lo “verosímil” y que en vez de “magia” debe
acostumbrarles a la posibilidad de lo “maravilloso” intramundo. Para que
nuestros jóvenes lleguen a los clásicos deben leer literatura clásica. Clásica
en el rigor y corrección formal, en la verosimilitud de los argumentos, en la
apertura a nuevas aventuras literarias desde el anclaje en cierto realismo al
que no debemos renunciar.
Esta es, a mi juicio,
la propuesta de Ana Meliá en su primera novela La vida secreta de Andrea y en la que ahora nos ocupa, El pacto Neverlove, relato de iniciación,
de búsqueda de sentido, de reconocimiento de lo maravilloso en lo cotidiano
encauzado en la literatura como signo de lo real.
(Continuará)
1 comentari:
Solo añadir una frase de Arthur C. Clarke (2001, Una Odisea Espacial): "Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia". La oposición tecnología="verdad" con magia="no verdad" nos rodea por todas partes y nos lleva a dudar de la realidad (o de la ficción).
Aprovecho para recomendarte el libro "Ciencia Ficción. Nueva Guía de Lectura." de Miquel Barceló en Ediciones B.
Saludos de José Ramón.
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