…les
hablo por medio de parábolas
para
que por mucho que miren no vean
y
por mucho que oigan no entiendan.
Lucas
8, 10
I
Hay un grupo de facebook formado por
filólogos y aficionados a los temas filológicos en el que se debate sobre todo
lo divino y lo humano, a veces con un apasionamiento desmedido. La hostilidad
que puede despertar una discrepancia sintáctica resulta asombrosa y si el tema
de discusión es de carácter literario puede armarse la de Dios es Cristo. Es
así que, hace ya unas semanas, apareció un post
en el que alguien pedía opinión sobre El principito (la célebre obra de
Antoine de Saint-Exupéry) uno de esos libros que parecen no dejar indiferente a
nadie: hay quienes lo consideran una
ñoñez edulcorada, cursi y pretenciosa y hay quienes ven en él valores morales
positivos y universales expuestos de una forma literariamente muy acertada.
Un servidor forma parte del segundo grupo… o eso creía yo.
Digo que eso creía porque, para mi
sorpresa, entre detractores y defensores del texto en cuestión, he creído detectar un acuerdo básico: unos
abominan de El principito porque sólo
ven en él un pucherito de niño sentencioso que abronca cariñosamente a “los
mayores”, como la vocecita infantil que aparecía en una canción de Betty
Missiego, que Dios confunda, o las babas de José Luis Perales al graznar
aquello de “que canten los niños que viven en paz…” Lo malo es que algunas defensas
de la novela de Saint-Exupéry partían de la misma interpretación: la
superioridad moral supuestamente incuestionable de la niñez sobre la edad
adulta, la bondad presuntamente natural de los niños extrapolada a un mensaje
ético de amistad y honestidad y todo eso. Todo eso y la negación del sustrato
cristiano (para mí evidente) de la obra. Claro que lo que es evidente para uno
no tiene por qué serlo para los demás y los contertulios exigen (justamente)
explicaciones, demostraciones. Pero el medio facebookero no parece el más
adecuado para la argumentación sostenida y el tema, creo yo, lo requiere pues El principito, desde su propia
literalidad, exige interpretación: Esta persona mayor puede comprender todo… Las personas mayores nunca comprenden nada por sí solas… Como
las fábulas, como “la fábula del niño y el zorro”; como las parábolas, como “la
parábola del aviador y el niño en el desierto”.
II
Creo que basta un somero repaso a
algunos pasajes de El principito para
mostrar la influencia de los Evangelios en la novela:
“-Tengo sed de
esta agua -dijo el principito-, dame de beber...”
“…Parecerá que
me he muerto y no será verdad…”
“Lloraba […] Y
se sentó porque tenía miedo.”
“No me separaré
de ti… No me separaré de ti… No me separaré de ti.”
“Al nacer el
día no encontré su cuerpo.”
Y, con todo, no es el carácter cristológico del principito lo esencialmente
cristiano de la novela sino, justamente, que ésta puede ser interpretada como
la exposición de la esencia misma del cristianismo.
Algo suficiente y osado es eso de
pretender saber cuál es la esencia del cristianismo. De hecho tengo en mi
biblioteca tres libros con ese título (La
esencia del cristianismo) de tres autores diferentes… Y sin embargo debería
ser fácil para un cristiano saber (y decir) qué es eso de ser cristiano y dónde lo pone.
Creo que lo pone en dos sentencias
del Cristo:
-“Ama
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.”
Este es el más importante y el primero de los mandamientos. Y el segundo es
parecido a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” De estos dos mandamientos
pende toda la ley de Moisés y las enseñanzas de los profetas. Mateo 22, 37-40.
-Os doy este
mandamiento nuevo: Que os améis los unos a los otros. Así como yo os amo debéis
también amaros los unos a los otros. Juan 13, 34.
La primera de estas sentencias, como
compendio del Decálogo, nos remite a la Ley antigua, un código moral positivo
asumido por el cristianismo como Ley de Dios. La segunda, específicamente
cristiana, no deroga la ley sino que la perfecciona (Mateo 5, 17) y nos manda
algo imposible (o sólo al alcance de los santos y los mártires) algo
absolutamente incomprensible, irracional, porque Jesús nos manda que amemos al otro no de manera abstracta o de acuerdo
a la forma codificada; no se trata de amar a la humanidad sino de amar como Él
nos ama, o sea como Aquel que “da la vida por sus amigos” (Juan 15, 13).
Dar la vida por mi amigo, con el que mantengo una relación estrechamente
personal… Es imposible comprender racionalmente este mandamiento porque implica
un milagro. Si entendemos “milagro” como la suspensión de las leyes naturales, obedecer al Cristo supone el milagro de
poner en suspenso la ley natural que nos obliga a la “insistencia en el ser”,
al spinoziano conatus sese conservandi.
Cuando el principito se dirige a las
rosas les dice “no se puede morir por vosotras”; pero sí por aquella que cuidó
y protegió, por aquella a la que se entregó y de la que se hizo responsable:
“Soy responsable de mi rosa”. Desmintiendo a Caín (Génesis 4, 9) el buen
samaritano responde “soy el guardián de mi hermano”. El núcleo moral de El principito
es esa propuesta de entrega personal al otro, en tanto que amistad
cultivada, trabajada día a día hasta “domesticarla”, hacerla doméstica, de la
casa propia.
III
Según C. S. Lewis, el autor de Narnia, la dignidad humana no procede de
la propia naturaleza del hombre. Un hombre no es “digno”, un fin en sí mismo,
infinitamente valioso, per se, sino
porque Jesús murió por él. Es el sacrificio del Cristo lo que nos dignifica, lo
que nos da sentido, lo que nos “significa”. En palabras que imitan el estilo de
Antoine de Saint-Exupéry, la humanidad es buena porque Alguien murió por
salvarla, porque en la infinidad de la maldad de los hombres hay oculta la
inmensa bondad del que dio la vida por ellos
Antoine de Saint-Exupéry establece
una diferencia tajante entre “ver con los ojos” y “ver con el corazón” y el
significado de estas metáforas (por llamarlo de alguna manera) no es letra de
sobrecito de azúcar sino contraposición de dos tipos de racionalidad. Una de
ellas enfrenta al hombre con las cosas (el hombre de negocios), con el tiempo
(el mercader), con los otros hombres (el rey, el vanidoso) incluso consigo
mismo (el bebedor) en tanto que objetos ajenos, cuantificables, domeñables,
destruibles pero, en cualquier caso, alienados de la propia humanidad. Las
estrellas, los súbditos, los admiradores, la propia persona, carecen de
realidad porque no remiten a ninguna otra cosa, son objetos no significantes,
no significan nada, no son signos. Y es
el carácter sígnico lo que dota de realidad a las cosas: el trigo no
significa nada para el zorro, pero la relación que establece con el principito
transforma el trigo en un significante que le representa el pelo del niño. El
desierto, el universo todo, es bello porque significa algo: el pozo, la rosa
entre las estrellas. Esta racionalidad
“otra”, esencial, va más allá de lo sensible (ver con los ojos) e implica una
relación no alienada con las cosas y con el otro.
Hay algo de misterioso en el
funcionamiento de la semiosis: oímos la palabra “rosa” y el sonido muere para
dar paso al significado y es necesario que así sea porque “si un grano de trigo
no cae en la tierra y muere, seguirá siendo un solo grano; pero si muere dará
fruto abundante” (Juan 12, 24). La
intensa relación amorosa produce sentido. Es el sentido del mundo: “si no
tengo caridad, nada soy” (I Corintios 13, 2). Fundamenta, en palabras de la
filósofa Adela Cortina, una “razón cordial”.
“Ver
con el corazón” es una propuesta ética que niega la cosificación de la realidad
y la interpreta como correspondencia significante producto de la relación
cordial: “conocemos la verdad no sólo por la razón sino también por el
corazón” (Pascal).
IV
La dualidad que nos propone
Saint-Exupéry (ver con los ojos / ver con el corazón) se corresponde con una
dualidad de sujetos (adultos / niños). Obviamente
la razón que mide, pesa, almacena, domina, es la razón adulta. ¿Significa esto
que la propuesta moral de El principito
es algo pueril?
Jesús nos dijo “os aseguro que si no
cambiáis y os volvéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. El
más importante en el reino de los cielos es aquel que se humilla y se vuelve
como este niño” (Mateo 18, 3-4). Solemos interpretar este pasaje desde la idea
de la inocencia. Entendemos que hemos de volver a la ausencia de malicia, a una
supuesta bondad natural (mancillada por la edad) que nos abre las puertas del
Reino. No sé. Agustín de Hipona duda de la inocencia infantil (más bien la
niega) con buenas razones e interpreta este pasaje de la siguiente forma:
“Conque,
mi Dios y mi Rey, cuando Vos dijisteis que el
reino de los cielos es de aquéllos que eran tales como los párvulos, no
tanto fue aprobar en ellos la inocencia, cuanto la humildad que simbolizan por
su pequeña estatura.” (San Agustín, Confesiones,
capítulo XIX).
El niño como símbolo de inocencia o
como símbolo de humildad. No parece esto último… Habitualmente se ve en El principito lo primero: la inocencia
perdida que interpela a la adultez alienada. Y sin embargo el discurso del
principito carece de “inocencia”, es bastante elaborado y complejo:
-Las
estrellas son bellas por una flor que no se ve.
-Lo que
embellece el desierto –dijo el principito- es que esconde un pozo en cualquier
parte.
Obviamente es la voz autorial la que
habla aquí. Pero atribuida al niño. Es
el principito el que habla y conviene saber si lo que dice sale de la inocencia
natural de la infancia o es doctrina aprendida:
-Lo
esencial es invisible a los ojos –repitió el principito, a fin de acordarse.
-El tiempo que
perdí con mi rosa… -dijo el principito, a fin de acordarse.
-Soy
responsable de mi rosa… -repitió el principito, a fin de acordarse.
En la dialéctica entre razón
empírica (ver con los ojos) y razón cordial (ver con el corazón) se presupone
cierto aprendizaje. “Volverse niño” implica “razonar como un niño” (I Corintios
13, 11) y si algo define la razón del
niño no es la inocencia o la humildad: el niño, aunque no comprenda, cree en la razón del padre. De igual
forma que el cristiano sacrifica ciertos aspectos de la razón mundana para
creer en la Razón (en el Logos) del Padre. Creo que esta puede ser una
interpretación recta de la cita evangélica sobre “volverse niño” que ilumina la
propuesta ética de El principito: “ver
con el corazón” implica aceptación del misterio, de ese misterio que hace bello
el desierto por un pozo que no se ve.
7 comentaris:
Magnífico. Y punto.
Magnífico. Y punto.
¡Gracias, Auxi! :)
Muy bueno.
Te recomiendo otras lecturas del autor como "Tierra de hombres".
Un saludo, José Ramón.
EL PRINCIPITO en el Teatro Cofidis Alcazar de Madrid, hasta el 31 de mayo de 2015.Nota de prensa:
"Un espectáculo creado por el reconocido bailarín y coreógrafo internacional José Tirado, con un elenco de altísimo nivel, adaptado al lenguaje y sensibilidad de los niños a partir de 6 años., y dotado de una forma teatral que se integra plenamente en la coreografía revelando la historia de El principito con todos los mecanismos escénicos disponibles: teatro, danza, canto, audiovisuales…
Un abanico de estilos de danza que van desde el clásico más virtuoso hasta el contemporáneo, la acrobacia o el “contact”. Un crisol con el que los niños podrán apreciar diferentes lenguajes corporales e incorporarlos a su bagaje cultural, al tiempo que disfrutan de una divertida y emotiva historia.
Una historia eterna, indispensable para el crecimiento de las almas grandes y pequeñas, nutritiva tanto para niños como para adultos, que se hermanarán en el disfrute de esta aventura vivida por muchas generaciones.
La historia de un extraordinario niño que, viniendo de otro planeta, aparece en la tierra para cambiar la vida de un aviador, alcanza una memorable expresión poética en esta obra de Antoine de Saint-Exupery. En ella encontramos tanto la exaltación de los valores humanos más puros y trascendentes como la sutil censura de ciertas actitudes reprobables. El principito es una oda a la amistad, el amor, la justicia, la ternura, la comprensión, la humildad, la sencillez, la belleza, la solidaridad, la esperanza, y es un espejo donde encontrar nuestra incomunicación, vanidad, falta de imaginación y absurdo afán posesivo.
Las personas mayores que algún día fuimos niños como El principito, volvemos a este relato con nuevas hambres, cada cierto tiempo, para renovar promesas hechas al joven comprometido y vibrante que aún habita dentro de nosotros, cuando la absorbente maquinaria del mundo nos ha vuelto tan áridos que no alcanzamos a saber si volveremos a estar vivos en otro momento.
El principito es un espectáculo de danza dirigido a un público familiar. A través del baile, la música, el teatro y los audiovisuales, los niños encontrarán un “mundo de sueños” en el que sentir las emociones del descubrimiento de la vida dentro de su propio mundo, y el adulto se verá reflejado en los ojos de un niño.
ELENCO - Bailarines:
José Tirado
Hayzam Fathy
Antonio Jiménez
Astrid Julen
Antonio Villa (Actor)"
Un saludo. José Ramón
Nueva película de "El Principito". Acaban de presentarla en el festival de Cannes. Es en dibujos animados (stop motion) y contará con las voces (en versión original) de James Franco, Rachel McAdams, Marion Cotillard, Jeff Bridges, Benicio Del Toro, Mackenzie Foy y Paul Giamatti.
En Francia se estrena en julio y aquí en octubre.
Ohperoquémaravilla.
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